Friday, August 12, 2005

Carta de Sonia Montecino


“El lenguaje es el medio en el cual la tradición se oculta y transmite”

(H.G. Gadamer)

Querido Miguel:

Respondo a tu Epístola de la Diseminación y además aprovecho de enviarte algunas reflexiones sobre tu libro “Espejo rápido. Interculturalidad y prevaricaciones discursivas”.

Tu trabajo, sobre todo la segunda parte, semeja el recorrido de un lector comprometido que, intentando liberar el sentido de algunos textos escritos por antropólogos(as) chilenos (as), lo que hace es un ejercicio amoroso de poner en escena los incipientes materiales escriturales acumulados en nuestra disciplina. En esa perspectiva, tu gesto es el de construir una suerte de “memoria”, de registro de los precarios pasos donde se comienza a jugar una “otra” manera de hacer antropología. Tus referencias a Lastarria y a Palacios parecen querer decirnos que no olvidemos los nexos filiales con una tradición ensayística de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX , la que podría operar como un subsuelo desde donde comenzar a levantar un corpus que nos contiene, y más allá, en los capítulos de síntesis y recuento teórico, una tradición del logos europeo de la cual somos complejos (as) tributarios(as).

Como cualquier lector implicado, “hermeneuta” y “traductor”, creador de sus propios monstruos textuales (la “inventio”, como dices), el goce y el desencanto pueden sobrevenir al mismo tiempo, y es lo que leo en tu epístola. El nudo central, a mi juicio, radica en algo que a veces hemos discutido: ¿cómo nombrar esas maneras otras de escribir antropología en Chile? ¿antropología poética?¿ antropología narrativa? ¿antropología literaria? En tu “Espejo rápido. Interculturalidad y prevaricaciones discursivas” te acercas al último modo de nombrar y es lo que me parece más adecuado en la medida en que lo literario alude a la escritura-antropológica como un modo suplementario de significación, a una estética, a un descentramiento del orden de los signos tal y cual como están dispuestos en la oficialidad de los discursos disciplinarios. Has sido, a mi juicio, demasiado generoso en tus consideraciones sobre la escritura de los(as) otros(as), situando en el escenario, en muchos casos, obras cuyo alcance literario es débil . Entiendo eso sí que todos los esfuerzos de expresión, dentro de la precariedad que nos asiste, son importantes, pero hace falta también una lectura pragmática que problematice y tensione la relación de los signos con sus “intérpretes” y sobre todo con el poder. Ello ayudaría a superar-conservando los estilos y modos de decir lo que se recopila en los múltiples “terrenos” antropológicos e instauraría, al decir de Kristeva, una retórica de la duda, una distancia “política” entre texto y contexto . Asimismo hay que incluir una mayor cantidad de textos que los que analizas y sobre todo de tesis que rompen, incluso, con los paradigmas conocidos hasta ahora.

Pero, más allá de lo polémico que a algunos les parezca tu lectura cómplice y productiva (tal vez haya quienes no entiendan que los sentidos de los libros que circulan ya no son de “uno(a)” sino interpretados por los(as) diversos(as) lectores y lectoras) quisiera hablar sobre tu propia escritura, sobre tu “Espejo rápido. Interculturalidad y prevaricaciones discursivas”. La idea de espejo se entiende en el relato que citas de Pavic, pero también posee dejos lacanianos que nos remiten a la construcción de las identidades y al deseo de muerte que supone toda mirada a un cristal que nos devuelve la propia imagen (recuerda solamente a la Bella Durmiente). En ese sentido tu libro se construye también como automirada en la medida que tu propia escritura se derrama sobre el “objeto” (la escritura de los(as) otros(as) y al mirar, se mira. Por otro lado, la noción de interculturalidad se posa como cadena precisa de un lector situado en un paisaje con historia y “territorio”: América Latina, Chile. No deja indiferente tu estilo barroco y a veces casi “rokhiano” –recuerda que su poesía se movía entre el Cíclope de Eurípides y el chancho en piedra- convocante de un modo de torcer, de releer y “ocupar” los conceptos creados en el centro para, desde la periferia, dotarlos de nuevos significados. La misma estructura de tu obra da la sensación de estar frente a variados “actos de lectura”, con una introducción que te sitúa en la búsqueda de un estilo particular (en el sentido que Lhin le daba: el estilo es la suma de las incertidumbres) de escritura antropológica. Ese pueblo que mencionas en la introducción, el que está “entre”, puede ser también una buena metáfora para nombrar tu empeño. Así, leo tu librocomo una propuesta de ensayo que se desdobla en la cita de la cita para plegarse en ese gesto afectivo al que aludí al principio. No puedo tampoco obviar la pasión que hay en tu trabajo y que forma parte de una escritura-lectura que se entrega “amorosamente” al texto que lee, y ya sabemos, Miguel, que el amor y la muerte caminan juntos, se convocan recíprocamente.

“Espejo rápido. Interculturalidad y prevaricaciones discursivas” es también una invitación al debate sobre esa “antropología que soñamos” cuyo eje –dices- es el “lenguaje al servicio de la utopía”; a la discusión sobre ese género textual “híbrido y original” que emerge en nuestro país; al programa de una antropología que hable de tres ciclos: el de la naturaleza, del capitalismo, y el del deseo. Estas nociones, entre otras, espero provoquen, con la conciencia de la capacidad “prevaricadora de los discursos”, conversaciones que nos ayuden a precisar o a complejizar aún más lo incipientes trazos de una antropología literaria chilena.

Mirando la foto de esa mujer vendedora de algún mercado nuestro no puedo dejar de olvidar un dicho mexicano: “cada uno(a) habla según como le fue en la feria”. Un modo de la sabiduría popular de decir que cada uno(a) habla, escribe y lee de acuerdo a su propia biografía (el cruce entre contexto y sujeto), pero también es otra forma de expresar el “peso del cuerpo” en el campo de la interpretación. Tengo demasiado claro que los cuerpos marcan no sólo nuestra escritura sino la recepción de la misma. Tú sabes que he experimentado en carne (escritura)propia todas las suspicacias de los “lectores terribles”, las omisiones y las discriminaciones disciplinarias por una creatividad que intersecta género, antropología y literatura, por una voluntad colectiva y femenina de subvertir los órdenes, y que nació en la dictadura como clara resistencia al poder de la muerte inscrita en el modelo. Esa colectividad sigue vigente y continua elaborando, desde los bordes de su cuerpo, en los ciclos de su cuerpo, en sus flujos y labios una escritura quizás ahora de “resiliencia” , pero igualmente desafiante y “atrevida”.

Celebro la aparición de tu “Espejo rápido. Interculturalidad y prevaricaciones discursivas”, pienso que está también escrito desde un cuerpo histórico y deseante. Por ello, como te expresé antes, hay gozo y desencanto en él y quizás más en la carta que has puesto sobre mi mesa. Pero, vale la pena seguir con el juego porque como en el Truco, la poesía es la clave para que discurra la construcción de los enigmas, de sus descenlaces y del conocimiento de algunas verdades. Y como dice Góngora “Es amarga la verdad/ quiero echarla de la boca/ pues si al alma su hiel toca/ esconderla es necedad”. Celebro también tu productividad y los problemas teóricos y metodológicos que comienzas a poner haciendo que la antropología se despliegue hacia otros campos y otros espacios discursivos. No me cabe duda que tu Espejo es otra forma de engarzar, cruzar y mestizar géneros en el camino de re-significar el campo de nuestra disciplina.


Recibe mis cariños,

Sonia Montecino

0 Comments:

Post a Comment

<< Home