Friday, August 19, 2005

METÁFORA, EXPERIMENTO Y PRECARIEDAD

METÁFORA, EXPERIMENTO Y PRECARIEDAD:

Notas Sobre Raúl Zurita desde Valparaíso


Miguel Alvarado Borgoño

Universidad de Playa Ancha. CHILE.



Resumen

En este artículo se reflexiona desde una perspectiva tanto poética como antropológica cultural sobre la obra del poeta chileno Raúl Zurita, ello desde el aporte del pensamiento del filósofo Paul Ricoeur.

Abstract

In this article it is reflected from as anthropological as muchcultural a poetic perspective, on the work of the Chilean poet Raúl Zurita, it from the contribution of the thought of the philosopher Paul Ricoeur.

INTRODUCCIÓN

Durante los últimos treinta años de la historia de Chile hemos pasado de la revuelta crítica a la revuelta conservadora; la zona común en el plano cultural de estas décadas ha sido la búsqueda del lenguaje para la incertidumbre en el que la pena y el miedo, a decir de nuestro poeta Raúl Zurita, han sido las marcas cardinales. La escritura, surgida de esto, es la de la precariedad, no en el sentido de escritura precaria, sino de una forma de expresión surgida desde la precariedad de la existencia. Precaria frente a la sorpresa del dolor y del miedo, experiencias comunes a muchos de nosotros, en las cual nuevas formas de escritura se han desarrollado, generándose formas textuales no solamente originales en la especificidad de sus géneros, sino de cruce, trastocadas en el imperativo de mostrar nuestra vida, para lo cual las formas discursivas se han subvertido, como si los signos gritaran a la manera de las piedras bíblicas.

La precariedad es, para nosotros, la imposibilidad de explicarse los acontecimientos, horror y sorpresa, junto a la búsqueda del modo en que la escritura subsista aunque no tenga un espacio, aunque no sea vista como necesaria. Los espacios sociales, cerrados y reabiertos, son el nicho para la aparición de formas nuevas, para las cuales aún no existen categorías interpretativas del todo depuradas, formas que operan a la manera de raptos a la razón, para devolver la forma expresiva ya convertida en otra cosa.

Alguna relación debe existir entre la marginalidad de los grupos de acción de arte como el CADA[1] en su momento; la marginación objetiva de la poesía de autores como Rodrigo Lira, Raúl Zurita o Juan Luis Martínez, en su contexto de aparición en el período de dictadura, junto al surgimiento de corrientes como la antropología poética, el nuevo periodismo o la poesía etnocultural. Nada de esto es necesario, no hay un lugar social para el experimento poético ni para el experimento cultural crítico en marcha en dictadura, sólo la imposibilidad de comunicar que se convierte en precariedad, en pena y miedo.

Nada hace prever la aparición del experimento textual, por lo menos cuando no creemos en las tesis homológicas que suponen que, frente a la opresión concreta, surgirá una textualidad de denuncia concreta, combativa, pero no es eso lo que aparece y sobrevive, sino el experimento, que denuncia pero desde la precariedad, es decir desde el intento desesperado de narrar lo in-narrable. Es la renuncia a creer que la historia tenga un sentido único, simultánea a búsquedas expresivas.


LA SUPREMACÍA DE LA METÁFORA (Para leer a Zurita)


Ricoeur (1984) habla de la “metáfora viva” como el camino para remediar las precariedades del discurso científico. El experimento textual que utiliza las formas metafóricas, según él, rompe con los límites genéricos y se trasforma en un nicho de transgresiones, donde, desde la precariedad al experimento, surgen las nuevas formas expresivas.

Del aporte de este libro magistral de Paul Ricoeur, titulado justamente así: La Metáfora Viva (1984), podemos extraer para estas líneas aquella dimensión que radicaliza la “utilidad de la metáfora”, de este modo su propuesta puede contribuir a entender este proceso de superación de la precariedad desde la innovación textual. Ello involucra el asumir la invitación subyacente en la hermenéutica, y especialmente en Ricoeur, a generar un discurso centrado en un tipo de elaboración metafórica que sea, por una parte, consciente de la dimensión estética del enunciado, como auténtica en su representación del mundo, con lo cual supere la mera intención moderna de generar taxonomías científicas.

Sin embargo, detrás de este intento, que podría ser definido apresuradamente como metodológico, existe una intención más profunda. Para explicar esto se remonta Ricoeur a la relación que Heidegger (1959) identifica entre pensamiento y poesía. Este parentesco no es identidad, sino que por el contrario resulta de una relación tensional, esta tensión es la que nos entrega como resultado la verdad, la cual se genera en tanto:

La poesía articula y preserva, en unión con otros modos de discurso, la experiencia de la pertenencia que incluye al hombre en el discurso y al discurso en el ser (Ricoeur: 1984, 424)

Por ello, la verdad identificada con la autenticidad, en el sentido heideggereano, sólo puede ser conseguida desde el lenguaje poético en el cual la metáfora representa un epicentro. Justamente en la palabra poética se da, según el concepto tomado de Jakobson (1993), una referencia desdoblada; la metáfora como ámbito de la poética se refiere a la conexión entre Mythos y Mimesis. Un curioso pacto, según Ricoeur, entre estética e ideología que, en las teatralidades de los últimos años de nuestro país, parece reafirmarse.

De este modo, Ricoeur aporta su argumento referido a la dicotomía entre la metáfora viva, la que surge de la comprensión hermenéutica del texto, y la metáfora muerta, la que emerge, por ejemplo, de los intentos de la ciencia por generar taxonomías rigurosas. De manera tal que, como oposición a esta pretensión empirista moderna de vincular unidireccionalmente lenguaje, pensamiento y realidad, se puede generar un discurso enraizado en la autenticidad de la metáfora viva que penetre el lenguaje científico y lo refigure. El antropólogo y pensador Clifford Geertz (1987, 1992) habla justamente de la refiguración del pensamiento social como base de una propuesta interpretativa para las ciencias humanas contemporáneas.

En la relación entre arte y vida, en el desborde del texto en el poeta Raúl Zurita, vemos este proceso, tanto de superación de la pretensión empirista como de refiguración del pensamiento de lo social y en torno a lo social, lo cual inevitablemente se constituye en “otro” pensamiento.


ZURITA : Expresiones de la metáfora hecha vida


Como escribió el antropólogo poeta chileno Juan Carlos Olivares (1995), el fuego es el antepasado de las aguas del mundo. Desde ahí, en una perspectiva absolutamente situada en nuestra territorialidad, leemos y escuchamos a Raúl Zurita, porque Zurita es parte de la escritura que conforma Valparaíso, como la Sebastiana o la roca mitológica llamada la Piedra Feliz, nada más y nada menos, por disminuida que ésta última se encuentre a fuerza de dinamita. Sin embargo, el socavar la roca no ha evitado los suicidios en Valparaíso, aunque la inmolación ritual y amorosa, que consiste en lanzarse desde una roca, ha sido reemplazada en el Puerto por el fragmento más anónimo, la corta muerte diaria de la que hablaba Neruda.


Desde el campo literario y desde el antropológico, nos parece que la obra de Zurita presenta, un común denominador. Éste es simple y filudo, cortante y peligroso, como el indispensable cuchillo cocinero de la abuela; digamos, pues, en su cobertura externa desde libros, por mencionar algunos, como Purgatorio (1979), Anteparaíso (1982, 1989), El paraíso está vacío (1984), El amor de Chile (1987) o La vida nueva (1995), y especialmente en un libro que admiramos solitariamente El día más blanco (1999), es donde opera siempre la esperanza, la esperanza de la alegría futura, la certidumbre ingenua, casi mecánica respecto de la posibilidad concreta de un mundo en el cual seremos más felices.

Pero, esa experiencia es creída por nosotros porque existe la certidumbre absoluta de la existencia del dolor, la certeza molesta, aún más, la certeza angustiante, de que el sufrimiento es - y la poesía recordó en la metáfora lo mismo que la antropología supo en el análisis del rito - que todo dolor humano es - en última instancia - dolor colectivo, que el dolor propio es solamente representación individual del campo inasible pero verdadero en que la experiencia humana se hace colectiva y dolorosa, lo que el sociólogo de principios de siglo, Emilio Durkheim (1968, 1985), llamó anomia y que, en estas páginas, designamos en un sentido más interdisciplinario como precariedad.

El 18 de marzo de 1980, el que escribió...


... este libro atentó contra sus ojos, para

cegarse, arrojándose amoníaco puro sobre

ellos. Resultó con quemaduras en los

párpados, parte del rostro y sólo lesiones

menores en las córneas: nada más me dijo

entonces, llorando, que el comienzo del

Paraíso ya no iría.

Yo también lloré junto a él, pero qué

importa ahora, si ése es el mismo que ha

podido pensar toda esta maravilla.

(Purgatorio: 1979,12)


¿De qué dolor hablamos? De todos los que Zurita cuenta que, como macroestructuras semánticas, rondan cada párrafo que se entrega y nos entrega. Enumerar no es difícil: la muerte, la desaparición la locura, la marginación, la enfermedad, la tortura, como la enumeración del epigrama interminable del cielo de Nueva York:

Mi Dios es hambre

Mi Dios es cáncer

Mi Dios es vacío

MI Dios es ghetto

Mi Dios es nieve

Mi Dios es hombre

MI Dios es dolor

Mi Dios es... mi amor de Dios....

(Anteparaíso: 1989, 9)


Foucault decía que había que escribir para no tener rostro, y en estas costas sudamericanas se pierde el nombre y el rostro antes de tener escritura; la muerte del hombre epistemológico se sincroniza macabramente con la muerte de hombres y mujeres concretos. Por eso, necesitamos la certeza del sufrimiento que Zurita expresa y supera. Por esta necesidad obsesiva de alteridad, situamos a Zurita como a un otro, como a un chamán perdido en la inmensa soledad del mundo, desolado en las Patagonias de nuestros Sueños.


Este autor y su obra representan, así, la persistencia del sufrimiento. La experiencia, nuestra experiencia de persistencia es también la posibilidad de que todo ese dolor tenga un sentido. En el rito de la palabra, Zurita trae remedio y consuelo.


A principios del siglo XX, otro hombre que vive el dolor colectivo en su alma y lo experimenta en su cuerpo; el etnólogo y poeta surrealista Michael Leiris (1981) se hace viajero, y se interna en el centro del África Negra, proceso que lo salva de la locura y el suicido, y de otras formas de muerte más terribles.

Al parecer también Zurita vive su propio viaje al África Negra, aunque la negritud a la que nos referimos no es la de Aime Cesaire (1969), sino la simple negritud de la muerte (una alegoría que no es piel sino desconsuelo), la que le pisa los talones.

Hay un solo valor universal; hay un solo hecho que se repite transculturalmente, esto es el sacrificio. Lo que para otro poeta etnólogo, George Bataille (1975, 1978) es la consumición, el exceso de energía desbordado en la tierra y canalizado en el dolor infringido y experimentado, la canalización de los dolores colectivos, hecho proceso histórico. Sacrificio, muerte y erotismo, son la única manera que Bataille encuentra para conducirnos a los solares iluminados por la luz negra de la continuidad cósmica de lo sagrado. Para Bataille el lecho y la daga del sacrificio se funden en el ciclo ilimitado del deseo. Movimiento social y su opositor binario, la dictadura, se resumen, en definitiva, en el cordero pascual, el cual permite a su vez la hierofanía, el punto donde lo sagrado se une a lo profano, enlazándose substancialmente. A aquel cordero pascual, que puede ser asumido como víctima del dolor colectivo en nuestra cultura, le hemos dado nombres diversos; para Ronald Laing (1972), creador de la corriente antipsiquiátrica, es el enfermo mental; para Michel Foucault (1985, 1993), es el marginado, o como le gustada decir el infame. Se trata de ese personaje, según Bataille, que - como Zurita - se eleva a la cúspide de la pirámide, y cuyo corazón latiendo es inmolado, desdibujándose el límite de los símbolos entre quien entierra la daga de pedernal en la Guerra Florida y quien lleva el mensaje a los dioses muriendo. El mensajero cumple el negocio binario, el don y el contra don y así da esperanza...


Como en un sueño, cuando todo estaba perdido

Zurita me dijo que iba a amainar porque en lo más profundo de la noche había

visto una estrella

(Anteparaíso: 1989, 13)


Por muchas razones, Zurita se inmola pero su corazón vuelve a tu tórax, intacto, lo que nos demuestra que otra vida es posible. Ronald Laing el antisiquiatra inglés termina sus días en un viaje interminable, cierto de no querer regresar; su viaje concluye con un diagnóstico de psicosis como el de un libro de Zurita (psicosis epiléptica, concretamente). Laing quiso experimentar la locura luego de demostrar que el diagnóstico en sí mismo, como rótulo, es pura retórica e ignorancia. También hace su texto vida y como Hölderling (Heidegger, 1959) demuestra que la locura en el texto poético no existe (metáfora muerta para Ricoeur).

El poeta Raúl Zurita nos hace más felices, y así su sacrificio tiene sentido y nos permite saber que esa vida nueva no estará nunca realmente lejos de nuestras propias palabras.


Notas:

[1] CADA es un grupo de arte experimental surgido en Chile en la década de los 80, que realizaba "acciones de arte" con una intención de innovación estética, como también como manera de oponerse a la Dictadura que existía en Chile en esos momentos.

BIBLIOGRAFÍA

Bataille, George.1975. Teoría de la Religión. Editorial Taurus: Madrid

Césaire, Aimé. 1969. Cuaderno de un regreso al país natal. Ediciones Era: México.

Durkheim, Emile. 1968. Las reglas del método sociológico. Buenos Aires: Shapire

Durkheim, Emilio.1985. Las formas elementales de la vida religiosa. Buenos Aires: Editorial Gediza.

Foucault Michel.1985. ¿Qué es un autor? Universidad Autónoma de Tlaxcala: México.

Foucault, Michel. 1993. Las palabras y las cosas. Siglo XXI: México.

Geertz, Clifford.1987 Dichte Beschreibung. Beiträge zum Verstehen kultureller Systeme. Übersetzt von Brigitte Luchesi und Rolf Bindemann. Frankfurt/M: Suhrkamp .

Geertz, Clifford. 1973 "The Impact of the Concept of Culture on the Concept of Man". In: Clifford Geertz: The Interpretation of Cultures. New York: Basic Books , S. 33-54. [Deutsch: Kulturbegriff und Menschenbild. in: Rebekka Habermas und Nils Minkmar (Hgg.): Das Schwein des Häuptlings. Sechs Aufsätze zur historischen Anthropologie. Berlin: Wagenbach 1992, S. 56-82.]

Heidegger, Martin. 1985. Die Sprache. Vortrag. Aufnahme vom 23. Januar 1959 in der Münchner Universität. BR 2, 4.1, 22.05-23.15 Uhr

Jakobson, Roman: Poetik. Ausgewählte Aufsätze 1921-1971. Hg. v. E. Holenstein u. T. Schelbert, Frankfurt a.M. 1979, 1993.

Laing, Ronald D .1972. Phänomenologie der Erfahrung. Suhrkamp: Frankfurt.

Leiris, Michel. 1981. L'Afrique Fantôme. Paris: Gallimard.

Olivares Toledo, Juan Carlos. 1999. La etnografía lárica de Jorge Teillier. Revista Soñando el Sur, Número 2:4-9.

Olivares, Juan Carlos. 1995. El umbral roto. Escritos en antropología poética. Santiago: Fondo Matta.

Ricoeur, Paul. 1984. La metáfora viva. Madrid: Edición Europa.

Ricoeur, Paul. 1987. Tiempo y narración. Madrid: Cristiandad.

Zurita, Raúl 1994. La vida nueva: Santiago: Universitaria.

Zurita, Raúl. 1979. Purgatorio. Santiago: Universitaria.

Zurita, Raúl. 1983. Literatura, lenguaje y sociedad. 1972-1983. Santiago: Céneca.

Zurita, Raúl. 1984- "El Paraíso esta Vacío". Poesía. Raúl Zurita. Santiago. Chile. Mario Fonseca Editor.

Zurita, Raúl. 1987. El amor de Chile. Montt Palumbo: Santiago.

Zurita, Raúl. 1989. Anteparaíso. Santiago: Editores Asociados.

Zurita, Raúl. 1999. El día más blanco. Editorial Aguilar: Santiago de Chile.

Miguel Alvarado Borgoño nacio en Chile en 1968. Antropólogo, Sociólogo y doctor en Ciencias Humanas. Académico de la Universidad de Playa Ancha. Actualmente postulado por la Universidad de Goettingen al premio Humboldt.

E-mail: alvarado@upa.cl

Sunday, August 14, 2005

Entrevista en Revista del Domingo. DIARIO AUSTRAL

Entrevista en Revista del Domingo. DIARIO AUSTRAL

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Descentralización, descentramiento y desterritorialización


El doctor en Ciencias Humanas habla de la aparición en las últimas décadas de textos que surgen de la interacción y el cruce de los campos científico y literario. Destaca, también, la importancia de obras desarrolladas en provincias, particularmente en el sur de Chile.

Mucho se habla sobre la "centralización" en nuestro país; que el poder político está en Santiago, que la economía a nivel macro se maneja en la capital, que "Santiago es Chile", es una frase que estamos más que habituados a escuchar; sin embargo, hay un factor no menos importante que no cabe en esta clasificación: la cultura.

Para el antropólogo Miguel Alvarado Borgoño, claramente hay una descentralización en este ámbito, siendo las provincias una verdadera potencia que ha llegado tan lejos que actualmente la poesía del sur de Chile es, para él, mucho más original que cualquier cosa que esté pasando en Europa.

"Hay poetas de esta zona del país que están siendo estudiados en estos momentos en Europa, porque constituyeron un espacio emancipatorio en tiempos de dictadura", época donde operaban los llamados "ríos subterráneos", comenta Alvarado. Están, por ejemplo, los trabajos de Raúl Zurita, que tienen que ver mucho con la época en cuestión; la sensibilidad asociada al proceso de democratización".

MOVIMIENTOS SOCIO-CULTURALES

Para Miguel Alvarado, el movimiento social más interesante que hay en Chile en estos momentos es el movimiento mapuche, que tiene sus propios intelectuales, su literatura particular; también hay teólogos, antropólogos e historiadores mapuches y eso no se hace en Santiago, se hace en Temuco, Valdivia, Osorno, Chiloé y en Europa vía Internet. "Este movimiento tiene una acción clara, no es casualidad que las tomas de fundo y la activación del mapuche como actor social se produzca en paralelo con una literatura mapuche con un canon textual claro, de doble registro".

"También están cobrando fuerza el movimiento homosexual, que está teniendo un cuasi canon literario y hay una reivindicación en el tema homosexual; el tema ecológico, que tiene también su substrato ideológico; el movimiento femenino, que tiene una fuerza increíble, no sólo porque hay muchas mujeres inteligentes y cultas, sino porque tiene bases ideológicas".

"Todos estos movimientos sociales existen gracias a que tienen una racionalidad que los define en el proceso. Son parte de una dinámica cultural que está en esa tensión que existe entre globalización y reivindicación de lo específico, generando, a su vez, un interesante diálogo intercultural".

POTENCIAL CREATIVO Y ACADEMICO

Alvarado comenta que en lo que tiene que ver con producción artística, particularmente en el ámbito de la literatura poseemos una originalidad mayor que el Viejo Continente. Compara el movimiento literario español de la apertura, del destape post Franco, con lo que ha ocurrido acá y en Chile está mucho más vivo el sentido de la creatividad de la élite literaria.

Agrega que, como dato concreto, durante su estada en Alemania mientras hacía su tesis doctoral, él decía "yo vengo del doctorado de la Uach, estos son mis profesores y ésta es mi malla...", y era absolutamente respetado. Esto, porque académicamente también hay un fuerte potencial en esta región, dado el manejo teórico que tienen acá los profesores, lo que, incluso lleva a situar a Chile en un grado de excelencia mayor que otros países europeos. Por ejemplo, sin ir más lejos, en Valdivia hay profesores universitarios que se dedican a estudios que hoy están siendo leídos en Alemania y Estados Unidos.

Lo que pasa es que, para el profesor de Playa Ancha, "hay un problema de colonialismo cultural, que comúnmente lleva a los sectores que se salen del ámbito universitario a endiosar toda la producción cultural, científica y estético-artística que venga de afuera y eso es realmente una falta de conciencia que refleja la poca claridad de lo que está pasando afuera. Por ejemplo, cuando yo estuve en la Universidad de Göttingen, en Alemania, lo que se estaba leyendo eran los poetas chilotes que estaban escribiendo en ese momento acá".

LA CONTRACULTURA

"Yo creo que los jóvenes hoy tienen una tremenda inquietud política, pero ésta no pasa por la identidad de clases, sino que fundamentalmente por el tema cultural y hay una cultura contestataria, una contracultura". Para el doctor en Ciencias Humanas, a los muchachos de hoy les interesa levantar propuestas alternativas, canalizándolas por vías distintas a la política. Existe un interés en los universitarios por la poesía, donde se están leyendo alternativas al clásico "nerudismo", como son Pablo de Rokha y Vicente Huidobro.

Hay una aceptación por la diversidad claramente mayor que en generaciones anteriores y esto se expresa en el interés de la juventud por el tema étnico, el movimiento femenino, el homosexual, el lésbico, etc.

Hay una mutación cultural que tiene que ver con una desterritorialización, por la fragilidad de las fronteras tanto políticas como culturales y por los medios de comunicación, se puede ver por primera vez, la totalidad desde el fragmento. Para Alvarado, hay un proceso de descentramiento que invalida los cánones discursivos de la poética aristotélica entre -por ejemplo- discurso histórico vs. discurso poético.

HISTORIA VS. LITERATURA

Esto está en directa relación con el tema que, precisamente, lleva investigando los últimos 10 años y lo ha llevado a la conclusión -entre otras cosas- de que "hacemos una distinción entre ciencias sociales y literatura, sin darnos cuenta de que hay un vínculo claro, siempre lo ha habido; está el tema de la antropología donde, por ejemplo, uno de los últimos libros interesantes es de Andrés Recassens, en el cual se describe la vida de los pescadores artesanales para definir estrategias de intervención social para el sector pesquero, pero lo que él hace es un texto donde básicamente utiliza la ficción, cuenta una historia sobre estos pescadores. Entonces se puede, perfectamente, leer ese libro como una novela, como un ensayo o como una estrategia para definir acciones de intervención social.

Esto pasa porque para vislumbrar lo social, ya sea por parte de la élite o de otros sectores más marginados, de una u otra manera tiene que construirse el modelo llamado por Weber "tipos ideales", que no son el mundo, pero explican el mundo, o sea, los conceptos, por ejemplo, de indio y de pueblo que nosotros manejamos a nivel tanto de sentido común como de la ciencia oficial se nutren más de la literatura que de la ciencia social propiamente tal".

Producto de estos procesos hoy existe una conciencia de que, en el fondo, la literatura es un artefacto cultural, que se influyó por su contexto, pero que a su vez, influye sobre su contexto.

MIGUEL ALVARADO BORGOÑO

Antropólogo social de la Universidad de Chile.

Magíster en Sociología de Ilades/P.Universidad Gregoriana de Roma.

Doctor en Ciencias Humanas de la Uach, obteniendo una beca de la Deutscher Akademisher Austauschdients (D.A.A.D.) para redacción de tesis doctoral en la Universidad de Göttingen, Alemania.

Actualmente se desempeña en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha, como académico de pre y postgrado, como coordinador del Magíster en Estudios de la Interculturalidad y del Programa de Estudios de la Diversidad Sociocultural "Ricardo Latcham".


Vino invitado por la Uach a dictar una conferencia sobre lo que será su próxima publicación: "El espejo rápido": notas sobre los caminos de la analogía estética latinoamericana"

Saturday, August 13, 2005

Por una Antropología Literaria

unday, August 07, 2005

Por una Antropología Literaria

...«Para divertirse, los sirvientes le llevaron a la princesa dos espejos. No se diferenciaban mucho de los demás espejos jázaros. Ambos habían sido hechos de sal pulida, pero uno era rápido y el otro lento. Todo lo que el primero, reflejando el mundo, tomaba como adelanto del futuro, el segundo el lento, lo restituía, reequilibrando así las cuentas del primero, por que en relación con el presente estaba atrasado exactamente en la misma medida en que el primero estaba adelantado. Cuando llevaron los espejos a la princesa Athe, ella estaba todavía en la cama y no se habían lavado aún las letras de sus párpados. En el espejo vio los propios párpados y murió en el acto». Diccionario Jázaro. Novela Léxico. Ejemplar Femenino - Milorad Pavic

«Escritos en el suelo han quedado los signos de la muerte. Y en los mosaicos de piedra roja el estampido de los rostros de oro. La humedad ha cubierto los frescos. En la escaleras manchas de los pies rajados. El polvo ennegrece el resto. La ventana está abierta. La ciudad saqueada.» Barroco - Severo Sarduy


...a Sarduy el egregio barroco

A la manera de los "espejos rápidos y lentos" que reflejaban simultáneamente el pasado, el presente y el futuro (artificio inventado por el escritor neobarroco yugoslavo Milorad Pavic) las fuerzas de la memoria son ante todo PALABRAS, las que, al volverse reflejo del pasado y del presente, en nuestro intento de comunicarnos se convierten simultáneamente en reflejo prevaricador del futuro. La palabra hecha escritura es un espejo que no sólo retrata el presente, sino que es capaz de atrapar la memoria y el porvenir. Por ello, en nuestra tradición cultural helénica - judío - cristiana que separa los tipos discursivos (taxonomía emanada fundamentalmente de la Poética Aristotélica) el surgimiento y consolidación de la racionalidad moderna, ha requerido del concepto de ciencia como un espejo capcioso desde el cual ubicar las distintas comprensiones que han interpretado el mundo. Se evalúa así el pasado, y se influye a su vez en los distintos proyectos de sociedad, tanto a escala técnica como utópica. Se sueña la ciencia como el espejo mágico por excelencia, que aglutinaría todos los tiempos posibles de ser pensados desde nuestra racionalidad: pasado, presente y futuro.

En América Latina múltiples paradigmas culturales y científicos han definido la comprensión y la práctica social por parte de la elite; sin embargo, se encuentran aún en signos de interrogación, las fuentes culturales que nos han permitido la reinterpretación de estos paradigmas, en tanto desconocemos los elementos culturales que han confluido en el modo como se reinterpretan estos en el contexto específico de nuestro continente. Así, reflexionar en torno al vínculo entre ciencia, poder y cultura en América Latina implica identificar las fuentes de aquellas formas de leer nuestro mundo social que, desde las ciencias, la teología o la estética, han determinado la comprensión que la elite va definiendo con respecto a su entorno. Comprensión que le es necesaria a esta elite para diseñar desde allí los proyectos y utopías con los que se ha intentado definir el futuro, tanto en la afirmación de movimientos sociales como en la crítica de éstos y de sus actores.

Según lo planteado por Manfred Frank en su obra "El Dios venidero" o "El Dios Aveniente" (das kommende Gott), sin duda, el movimiento postmoderno no es la única reacción hacia el proyecto ilustrado de la cual la historia de occidente puede dar cuenta, en tanto en la corriente romántica europea y latinoamericana existe una crítica de los fundamentos culturales del poder, con un profundo cuestionamiento de la verdadera posibilidad de emancipación humana por medio del uso de la razón.

Frente a esto, la crítica postmoderna latinoamericana del Racional Iluminismo, en su estridencia, no nos aparece en muchos sentidos más que como una reedición de algunos elementos de la corriente romántica; en tanto, dentro de este movimiento cultural en la "legitimación estética" de los valores, se jugaba la posibilidad de construir la sociedad desde los fundamentos valórico-culturales del poder, estando esta "legitimación estética" fundamentada en el primado formal de la muerte de Dios. Se edifica por parte de la Romántica Latinoamericana en numerosas ocasiones, en sustitución de la figura de Dios, mitologías estéticamente coherentes, las cuales cerrarán el círculo que comienza con la secularización y concluye con la elaboración de una nueva teogonía, en un proceso vertiginoso en lo que la moral de los poderosos, se edifica sobre la base de una nueva concepción de lo justo desde lo bello: José Victorino Lastarria, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Palacios, al igual que figuras como Martí o Rodó, son fundamentos de ese todo polimorfo que constituye la expresión estética, y por este medio ideológica, de nuestra romántica.

Es como si el barroco penara, a la manera de un espectro en una habitación sombría llena de candelabros, candelabros cuya luz cumple el propósito arcaico de proyectar sombras. A la manera quizás de un Lezama Lima enclaustrado y obeso hasta la muerte, construyendo su eterno Paradiso, lugar metafísco desde donde se pregunta y se responde: "¿Lo que más admiro en un escritor? Que maneje fuerzas que lo arrebaten, que parezcan que van a destruirlo. Que se apodere de ese reto y disuelva la resistencia. Que destruya el lenguaje y que cree el lenguaje. Que durante el día no tenga pasado y por la noche sea milenario."

La elite intenta asumir la modernidad desde la relectura de nuestra identidad cultural, como si lo milenario de cual habla Lezama fuese sintetizable en algunos modelos analíticos, y ello se desarrolla sobre la base de la búsqueda de una mitología secularizada, en la cual, la figura del pobre y del indígena pasan a ser un elemento más en este panteón mítico asociado al trazado modernizante. Se apela al recurso estético como mecanismo de comprensión intercultural en un ejercicio dialógico, producto del cual el pobre y el "indio" en abstracto, pasan a configurarse en imágenes estilísticas a las cuales se menciona como mecanismo de legitimación de las transformaciones modernizantes del orden social. El espejo opera reflejando en las palabras unos sentidos del que el lenguaje es portador, y que por eso mismo definirá el futuro. Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su promoción, para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el "ingenuo salvaje", bello tan sólo por su misma ingenuidad. La nueva mitología se construye, por lo tanto, sobre la base de sujetos elaborados escénicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultural concreto, con sus grandezas y contradicciones.

La ciencia social, aplicada tanto al indigenismo como al desarrollismo, es la heredera de este proceso de construcción ideológica, que dentro de una cáscara racionalista, esconde la idealización estéticamente fundamentada, y que se aparta en numerosas oportunidades de los sujetos culturales concretos, para crear valores en torno a la praxis social, edificados sobre la base de una ética auto-referida en pos de la belleza de un actuar y de un pensar definida desde el prisma de esa elite y en función del destino profético que la elite quisiese darle a nuestro continente.

El liberal-romanticismo crea en Latinoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia antropológica, lo que determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos del proyecto ecuménico del Barroco, como del Racional Iluminismo, sellándose así un tipo de legitimación estética del poder por parte de esa elite. Ello se evidencia en el indianismo literario y en el indigenismo político de la primera mitad del siglo XX, fundamentados en una apelación estética, lo cual fue positivo como recuperación de lo indígena pero negativo como caricaturización del mismo, ello se hace presente en las numerosas transformaciones en la percepción del sujeto popular desde la idea de chusma, luego sujeto de redención hasta llegar pueblo actor de su liberación.

Asumiendo que el lenguaje refleja tanto pasado como futuro, es fundamental considerar que una de nuestras limitaciones en el plano interpretativo, consiste en evaluar los procesos que vivimos en Latinoamérica desde las sucesiones de formaciones sociales que atraviesan a los países centrales de Europa y hoy a Norteamérica, particularmente en los planos político, estético y económico, como si ese espejo más que reflejar portara una sucesión de imágenes que deben ser perseguidas. Ningún proceso es equivalente, particularmente en el plano de las formas culturales, por ello la sucesión entre Barroco, Ilustración, Romanticismo y Modernidad, es una escalera ascendente, y una forma de expresión de lo que Max Weber entendió por tipos ideales; sin embargo, los tipos ideales permiten muchas veces entender la historia pero no son la historia. Esta sucesión resulta engañosa y engañadora, si intentamos desde ella comprender nuestros procesos culturales.

Desde la disección del sincretismo, identificamos elementos que nos permiten hablar de cada uno de estos "movimientos" de la cultura, sin que ninguno se encuentre químicamente puro en su momento histórico de manifestación más plena.

En este sentido, ni siquiera el concepto de hibridación nos parece del todo pertinente. Algo híbrido es, por una parte, algo que no se reproduce y los procesos culturales comúnmente se difunden y reinterpretan, y por otra, significaría en el plano cultural el tránsito libre de un tipo de movimiento cultural a otro. Esto último no es del todo aplicable a nuestra historia cultural, ya que, por ejemplo, ni la modernidad se da químicamente pura, como tampoco podemos salirnos totalmente de ella, siendo las diversas formas de difusión cultural las que priman. Bástenos recordar, a manera de ejemplo, que elementos del barroco se reproducen aún creativamente en nuestra religiosidad popular, que el romanticismo aún impregna el -discurso político, o que la apelación ilustrada a la razón sigue siendo un valor que genera relaciones de dominación.

La específica polaridad e interconexión entre modernidad y barroco, que es separación por sobre todo arbitraria, parece ser un tema sobrexplotado por nuestras formas de escritura. En Latinoamérica, desde la metalengua de Alejo Carpentier hasta los desarrollos de la sociología culturalista y de la antropología cultural, la interconexión sincrética entre la exacerbación barroca y la racionalidad moderna parece ser un hecho asumido, tanto desde el macondismo más simplista, hasta los análisis de la cultura popular que demuestran lo especial de los modos en que la modernidad ha sido asumida en nuestro contexto desde lo estético y hacia lo científico.

En este sentido, el planteamiento del sociólogo José Joaquín Brunner, quien evidentemente no piensa desde la periferia sino desde el centro del poder, es indicativo de este fenómeno, siendo tajante al hablar de la crisis radical del pensamiento científico social latinoamericano, crisis que se estaría gestando desde finales del siglo XIX, en una suerte de disputa que sostendría la novela latinoamericana en contra del pensamiento social, la cual se aprecia -según su planteamiento- en las posiciones en que se ubicaron disciplinas puntuales como la sociología, la antropología o la ciencia política. Todo ello en oposición a las pretensiones de la literatura en sus diversos géneros, pero particularmente en la novela, como forma alternativa de narración de la realidad sociocultural, planteándose la literatura en paralelo y en pugna con las ciencias sociales. Brunner sostiene que en esa confrontación hay un ganador, siendo éste la novela, que por mucho ha superado a la discursividad propia de las ciencias sociales, todo ello apoyado en Bajtin en su concepción del texto epopéyico, el cual homologa con nuestra textualidad científico social.

Otro factor contemporáneo de esta "nuevas" manifestaciones de las ciencias de la cultura, es el surgimiento de una serie de estudiosos en el ámbito de lo que genéricamente podríamos denominar como "Estudios Culturales", ámbito originalmente desarrollado por cientistas sociales - estudiosos como Néstor García Canclini en México, Walter Mignolo y Carlos Reinoso en Argentina y Estados Unidos, entre otros- que, desde sus propias perspectivas de análisis, han puesto sus ojos en la historia del arte y de la literatura latinoamericana como camino interpretativo. Para estos estudiosos no solamente se trata de configurar un objeto de estudio en los terrenos de lo cultural, sino también de tomar elementos metodológicos del análisis propio de la teoría literaria, de la teoría del arte, de la historia de la literatura, etc., para intentar interpretar la sociedad latinoamericana. Estos estudios han sido la avanzada para la aparición de experimentos textuales mucho menos vinculados a la concepción tradicional de racionalidad científica.

Podríamos hablar de un "postmodernismo periférico" para explicar el surgimiento de los estudios culturales latinoamericanos, reverenciadores del arte y emuladores de los métodos de estudio de las humanidades. Sería éste un camino que explicaría el surgimiento de esta modalidad textual y metodológica, en tanto estos estudios consistirían en una suerte de renuncia a pensar la totalidad.

Esta afirmación es peligrosa; debido justamente a las características de la sociedad latinoamericana. No podemos hablar de postmodernidad sin haber constituido al sujeto moderno propiamente tal, y nos referimos al sujeto como un ethos formado en la multidimensionalidad de la dependencia económica, pero que además -en palabras del renovador de psicoanálisis Jacques Lacan - se ubica con toda su precariedad en el estadio del espejo en el plano cultural, imitación y búsqueda de rostro frente a los sostenes simbólicos que son ante todo falos totémicos y por tanto figuras de la ley.

En este sentido, algunos de los textos interesantes surgidos en Latinoamérica aparecen en Chile en las últimas tres décadas. Estos textos disímiles y, en algunos casos, desconcertantes, surgen desde la interacción y el cruce de los campos científico y literario; poseen caracteres heterogéneos y sus contextos de formación son espacios culturales tales como el periodismo, la etnoliteratura, la literatura etno-cultural, la poesía experimental, la antropología experimental. etc.

Estos nuevos textos híbridos, son imposibles de ubicar exclusivamente o en la literatura o en la ciencia social, o por lo menos, en una noción tradicional de ciencia social. La modernidad europea se constituyo sobre la base de la disputa entre el Irracionalismo Romántico y el Racionalismo Ilustrado, disputa ganada de forma solapada pero rutilante por el irracionalismo romántico. Esta situación dialéctica -o de conflicto- en la cual el tipo de discurso propio de lo que nosotros llamamos, a nivel europeo y norteamericano, postmoderno, no es ni una irrupción ni una casualidad, ni tampoco algo demasiado nuevo. Podríamos hablar de una cierta continuidad entre pensadores bisagras (entre los cuales destaca Jean Jacques Rousseau) quienes, de una u otra manera, están en ese límite entre el irracionalismo romántico que genera tipos estéticos como el del Buen Salvaje y la idea del Contrato Social, los que -al igual que en el pensamiento hegeliano- supone la identidad entre realidad y razón, por lo cual asumimos que el mundo puede ser racionalmente comprendido porque se encuentra racionalmente organizado. Sobre esta base, es fundamental identificar los tipos ideales, es decir, los modelos para la interpretación de la realidad que están presentes en la ciencia social latinoamericana y que no responden solamente a una copia o un simulacro respecto del desarrollo de la discursividad científica de los países centrales de Europa y luego de Estados Unidos.

Pero no podemos pensarnos tan alejados del centro. En la especificad del camino que Hispanoamérica ha seguido en la reformulación de sus formas culturales, la racionalidad moderna no es una hecho ausente sino un marco de referencia frente al cual se debe responder. Así, en la historia de la urgencia por el sentido, una de las primeras ediciones en lengua española de la obra de Erasmo, el "Elogio de la locura" (1506), es quizás la más desconcertante, al filo de lo impensable para el imperio español. Lo que inicialmente el impresor Frobenio publicara como Opera omnia Desidérii Erasmo, será el elogio a valores nuevos, contrarios incluso, a la reforma misma. Este libro de Erasmo, debiera, no obstante, haber sido traducido como "Elogio de la Estulticia". En él, Erasmo anunciaba el resquebrajamiento de las certidumbres medievales, y la emergencia de la cosmovisión renacentista, un cambio cultural, como diríamos nosotros. Otro nuevo fuego que anunciaba otra conciencia de lo humano, el inicio de otra forma de utopía. Un espejo que refleja el futuro.

Desde la Civitas Dei de Agustín, pocas obras conmovieron tanto los pilares de occidente como esta obra estulta. En la lengua de Góngora y Quevedo la estulticia, no obstante, se encuentra más cercana de los razonamientos de Don Alonso Quijano, que de los desvaríos del demente moderno. La estulticia alabada por Erasmo, es interpretada desde la lengua del Siglo de Oro Español como una exquisita mezcla entre estupidez y locura, como sincretismo de las edades, como síntesis semántica, en la construcción de un rostro para la cultura occidental. Planteados de esta forma los desvelos de la utopía de Erasmo, tendrían en esa remota traducción dos sentidos: por una parte se erguirá semánticamente desde la idea de desquiciamiento como perdida del quicio, un salirse del rumbo establecido, y por otro lado, se tratará de la estupidez como negación de una forma específica de inteligencia (la inteligencia de la razón instrumental, prefigurada en el proyecto del cogito cartesiano que ya se incubaba en Erasmo).

Así, pensándonos desde el adentro y desde el afuera, aún nos asombra la forma como, en el contexto de nuestro país a mediados del siglo XIX, una voz abrió una disonancia en el pensar. José Victorino Lastarria el polimorfo, acorralado por una aristocracia que apenas lo tolera en la cátedra, en el foro y en la escritura, pero que no puede dejar de admirar esa inteligente insolencia, esa estulticia del solitario desesperado, de la que da cuenta el profeta que anuncia sin saberlo las voces de la clase media en el siglo XX Latinoamericano, y la crisis de la política de caballeros: en el chileno Lastarria aparece el reverso: el poeta héroe emergente, desde quien se originan tipo ideales estéticos imprescindibles para la comprensión e incomprensión intercultural que hemos practicado.

Erasmo (no sin un dejo de ironía que revelaba la incapacidad de oponerse al signo de los tiempos), elogiaba la necedad que es el apresuramiento, lo contrario al silencio de las culturas tradicionales y la economía de las palabras en la circulación de sentido para Claude Lévi-Strauss. Justamente, fue contra esa estulticia que el barroco se erigió, contraviniendo las prácticas del cálculo y la inversión propias de la acumulación capitalista según las premisas webereanas. Paradójicamente la dilapidación ejercida por el proceso colonizador hispano en América, ajeno a los fines de la acumulación, favoreció a otras economías europeas según las crónicas de Das Kapital. Lastarria por su parte procuró abrir la forma discursiva del Estado Nacional representando a través de lo público a quienes no eran parte del peonaje ni de la polis oligárquica, esa clase media en ascenso que pugnaba por emerger. Lastarria no economizó palabras, pero tampoco las dilapidó. Se armó con ellas y con voz estridente, se enfrentó al poder del Santo Grial haciendo uso de todos los recursos lógicos y estéticos de los que disponía, el poeta héroe acorralado y digno, anunciando nuevos tiempos para Chile y para toda Latinoamérica.

Lastarria nos fue posible porque en el contexto del elogio de la estulticia en lengua española, se gestaba también la ideología de la contrarreforma y su estética. El barroco (uno de cuyos enemigos ideológicos paradójicamente fue Lastarria), el desborde de la forma, la negación de los albores del cogito, una manera estética de construir la utopía, donde la forma ocupaba el lugar de los desvelos de la razón, donde la alegoría del poder imperial legitimada por la ostentación se erguía como faro. Frente a la incertidumbre naciente, fruto de una modernidad europea incierta, se erigía sólido el Cristo sufriente, la Madona Dolorosa, la sangre de las llagas y las puntas de las espinas macabras e irrebatibles, más poderosas que todos los argumentos del tomismo. Lo fundamental en este momento cultural, no es el derecho indiano definido desde Vitoria, sino la práctica misma de la evangelización, proceso enculturador por excelencia en la colonización de Latinoamérica, que se prolonga subrepticiamente hasta nuestro contexto. Una estética del dolor regulada por la razón y el poder desde la Inquisición, pura ritualidad transmitida por la estética barroca, el lado oscuro de la belleza añorada y hecha destino histórico. El sacrificio por última vez no introyectado (en términos del psicoanálisis lacaniano), evidente, auténtico y macabro.

Encaminados en esta misma lógica ¿Cómo leer, por ejemplo hoy, el libro Facundo de Domingo Faustino Sarmiento?, ¿Estamos frente a una novela o a un ensayo protosociológico?, ¿Es un texto político? Podríamos decir, incluso, que se trata de un panfleto, en el profundo sentido del concepto, es decir, de un texto que intenta generar agitación y movimiento social. Cualesquiera sea nuestra caracterización del Facundo, no podríamos negar que desde ella se proyecta un modelo de sociedad que se constituye en un tipo ideal, un modelo analítico con profunda repercusión en América Latina. El Facundo se subtitula, como todos sabemos, "Civilización o Barbarie", esta polaridad está representada (a la manera de tipos ideales), por un lado, por la ciudad como el exponente de la civilización, y del otro lado, el barbarismo está constituido por el campo y todo lo que él conlleva. Pero hay también una conceptualización de esos tipos ideales, de esos modelos analíticos. El gaucho, que tiene un contenido fuertemente indígena, es considerado por Sarmiento un signo de la barbarie y lo que debe hacer América Latina, según este autor, mancomunados el empresario, el político y el intelectual, es combatir esa instancia de barbarismo. Se trata de arrasar con el otro.

En Sarmiento profeta de la exclusión, la diversidad es vista como un enemigo poderoso que no debe ser negado sino más bien aniquilado. Hay aquí un modelo analítico; no es sólo poética. Hay una retórica atronadora que mueve a la acción y que, por ello, va a tener profundas repercusiones primero en las elites de corte político-literario, y luego en las elites técnicas de América Latina, aquí el tipo ideal opera en el ámbito político.

Por otra parte, en esta lógica iniciada por autores como Lastarria y Sarmiento, surgen también obras paradójicas y monumentales como el libro Raza Chilena de Nicolás Palacios. Par leer a Palacios debemos siempre recordar que cuando el poeta Octavio Paz intentó explicar la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en la Ciudad de Méjico no pudo afirmar más que "el reino del progreso no es un reino de este mundo". Su crítica del racional iluminismo respondía a la continuidad del escándalo frente a la barbarie que iniciara Domingo Faustino Sarmiento en la lógica de un racismo modernizante, en el contexto del paradigma de la razón iluminista surgido en el siglo XVIII, el cual se quiebra frente a la violencia de la segunda mitad del siglo XIX, organizada por los estados que se sienten depositarios de la razón universal en la organización del mestizaje. Se trata del mito del Estado como entronización de la razón que Hegel aseguró.

Cuando hoy muchos releen a nuestro racista Nicolás Palacios, no lo piensan desde la periferia porque no se acepta la condición de periferia, sino que se enarbola la condición de fragmento perdido del centro. Nuestro pensamiento se va edificando en diálogo con la razón, diálogo que reviste por momentos características de idolatría, en el sueño de creerse un criollo ilustrado exiliado permanente de alguna metrópoli.

El fin del ensayismo latinoamericano, sustituido por el paper o el informe científico significa una violenta ruptura con formas de diálogo con la razón que, no obstante su racionalismo implícito, nunca dejó de contener intertextualmente un tipo de analogía estética, que en contradicción algunas veces con su idolatría a la razón, le daban su fuerza expresiva. En este tipo de textos, la metáfora vibrante permitía que se pasara del pensamiento a la agitación y luego a la acción. Dentro de este tipo, Nicolás Palacios es un exponente maldito y enardecido, pero que por el mismo hecho de su invisivilización resulta en un momento invisible por efecto de la crítica infundada y un totem para las formas más irreflexivas de adhesión a sus postulados.

Palacios escribe desde ciertas condiciones y supuestos, que hoy son inconcebibles. Este autor personifica para nosotros en primer lugar la ambición de pensar la totalidad. Una hipótesis sin recovecos ni vacíos; una hipótesis totalizadora, poética y retóricamente indesmentible, prendida por ello de todas las formas de ciencia, historia, biología, sociología, antropología y lingüística de las que se dispone en el Chile de finales del siglo XIX: el mito de lo chileno como raza Arauco-germánica, inaudita, increíble y retumbante. La mezcla de lo araucano con los castellanos vascos godos, formulación antropológicamente increíble. El libro de Palacios representa una propuesta política ya que posee "voluntad de poder ideológica", en tanto está revestida de "voluntad de verdad".

El hilo conductor originado por Nicolás Palacios y que continúa en Francisco Antonio Encina, Jaime Eyzaguirre y Jaime Guzmán, resulta un delgado hilo que puede ser enrollado y desenrollado en el texto mismo; nada impide a nuestra propia voluntad de verdad identificar en este libro de Palacios los trazos perdidos que, de alguna forma, vuelven a juntarse en el proyecto refundacional de la dictadura militar de Pinochet, que como proyecto cultural posee una historicidad no del todo reconocida.

El alma de Palacios y el alma del autor textual se ven en su reinterpretación contemporánea inmersa en un proyecto neoliberal en el plano económico, genocida en el plano sociológico, pero que requiere de un concepto abstracto de unidad nacional, en el que reverbera un concepto de unidad racial como una imagen que oscurece el cristal y permite el reflejo.

Raza Chilena puede ser leída como el primer texto de antropología sistemático escrito en Chile. También en el plano de los géneros podría dársele, en el afán de clasificar los géneros discursivos con los que se corresponde, el carácter de una inmensa novela. No obstante, la reubicación tipológica nada resuelve respecto de su voluntad de verdad y de dominio, lo realmente fundamental es otra cosa, algo distinto, aquello que la teoría crítica, especialmente Walter Benjamín esbozó en toda su radicalidad: Nicolás Palacios no es un cronista de su tiempo, es más bien un profeta, un revelador que se mueve entre la ideología, con el mito como fundamento de toda ritualidad y la utopía como energía de base de un proyecto histórico. El sustrato de Palacios es evidente, tiene toda la claridad de un cristal en el plano de su concepción mitológica. De esta forma Palacios es el primer antropólogo chileno, racista y vehemente como Lamarck o Gobineau. Palacios es un antecesor maldito y negado de nuestros actuales experimentos textuales.

Luego de asumir y filtrar a autores como Lastarria, Sarmiento y Palacios, ya que la retroalimentación entre la forma estética y la forma escritural científica no es la unión de dos cánones sino la continuidad de un canon negado, podemos afirmar que seguimos creyendo en la antropología poética, pero en un concepto de poesía que es metodología y no una forma precaria de literaturiedad o de argamasa literatosa. En 1968 se publicó el libro: "Cortázar; una antropología poética" escrito por Néstor García Canclini, en este libro premonitorio se afirma que la antropología poética es la experiencia de una fisura en las formas de narrar, donde "todo configura un clima grotesco en el cual el hombre, jugando con los animales, pareciera expulsar de su interior bestias que lo perturban". Muchas son las bestias que nos perturban en el ambiente intelectual de nuestro país, y son esas mismas bestias las que nos hacen embestirnos unos contra otros.

Se trata de seguir la estrategia deconstructiva que desde el fragmento es capas de mirar la totalidad, en un proceso pulsional que ante todo se remonta a las formas más elementales del pensamiento, donde un rastro o una huella nos permite decir algo del conjunto. La antropología poética no es el centro de la analogía estética simplemente por que ese centro no existe.

En 1961 ve la luz la primera edición de "Contra la Interpretación" de la gran Susan Sontag (como se puede apreciar mucho antes de la avalancha aglutinante de los Estudios Culturales) y, ya aparecen en este libro conspicuo dos ensayos que deberían dejarnos atónitos; uno dedicado a Lévi-Strauss donde habla del antropólogo como "héroe", y otro sobre "La era del hombre" de Michel Leiris. El capítulo donde se encuentran estos ensayo se titula paradójicamente: "El artista como sufridor ejemplar".

Pensamos que estos textos de Sontag sintetizan, hace más de cuarenta años, algo que debemos asumir como acto de fe: todo programa científico en ciencias humanas es inevitablemente un proyecto escritural, y sus éxitos paradigmáticos más bien se corresponden con su capacidad seductiva (al estilo del ritual que envuelve), y no con su capacidad de acumular verdades. Nada nuevo, pero ello estaba claro hace más de cuarenta años para Sontag. Quizás también todo se inicia con la visión abarcadora de Lacan cuando saca al psicoanálisis de su zapato chino, en lo referido al soporte biológico que Freud le soñó y, para nuestra alegría, descubre el "imperio del significante", donde lo realmente profundo no es siquiera el inconsciente, sino el lenguaje mismo, asumiendo algo que particularmente la lingüística cognitiva no quiere aceptar, incluso en aquella incrustada en el análisis crítico del discurso de Teun Van Dijk: esto se sintetizaría en la premisa que sostiene (nos sostiene) que el lenguaje en su dialéctica texto-contexto es constructor de mundo. En lo particular preferimos asumirlo como constructor de ideología, a la manera del Marx de la "Ideología Alemana", que se balancea grácil entre el materialismo de los economistas empiristas ingleses y el idealismo hegeliano, dando cuenta del deambular del sentido (algo que las culturas indígenas ya sabían, el movimiento perenne pero no progresivo de los ciclos de la naturaleza, que son los ciclos de los seres humanos relacionándose entre ellos y con el cosmos).

Por otra parte Martín Hopenhayn, escribió hace unos años que en rigor, todo "El arco y la lira" de Octavio Paz es una suerte de cascada de antropología poética, una poética del ser que se funde con una poética del poema, donde el viaje por los clásicos antiguos y modernos, los románticos, los neorrománticos, el Oriente y el surrealismo no es sino un desfile de referencias metafóricas de una misma poética dialéctica del Ser. No es casual, por lo tanto, la entrada de Paz en las licencias del pensamiento de la antropología poética, basta leer "Madres y huachos…" de Sonia Montecino.

En concreto: nadie puede pretender la posesión del concepto, las palabras superan a sus autores y el lenguaje es prevaricador. Unir semánticamente en un breve sintagma las palabras poesía y antropología, es una forma de acceder a lo que podemos llamar las "licencias del pensamiento", sintagma no muy original. Agregaríamos que esas licencias de las palabras mismas, con todos los permisos que las antropologías posibles e imposibles nos permiten, no pueden dejar de ser pensamiento, aunque se trate de "otro pensar", del otro o del sí mismo. Se trata de ir al más allá, como predicaba Sarduy en su comentario de Bataille, en su texto genial "Escritos sobre un cuerpo", se trata de cometer de una vez por todas el crimen que la burguesía más reprime; esto es, no solamente pensar sobre la muerte o sobre el erotismo, sino pensar sobre el pensamiento y así como Joyce intentara, se trata no solamente de que escribamos "sobre" algo sino que en sí "escribamos algo" que merezca ser escrito.

La renuncia a pensar es una renuncia al ethos occidental mismo, sin el cual, para los occidentales sólo es posible el vacío, y la justificación de una suerte de postmodernismo periférico, no puede sustentar ni la descalificación de lo que no se encuentre en este circuito ortodoxo y exiguo de nuestra ciencia social, ni la renuncia a pensar como ejercicio del más socrático de los logos, ya que la mimesis poética en la narración de lo sociocultural es algo que podemos remontar a Sarmiento y Lastarria, y que muy bien sabían hacer maestros como Jorge Millas y Carlos Munizaga, y bien enseñó en Chile Alfred Metraux. Es la continuidad de la analogía estética.

Hace un tiempo el poeta Adolfo de Nordenflycht comentaba uno de los textos ortodoxos de la Antropología Poética Chilena y planteaba que la tendencia originada por los "Ortodoxos Antropólogos Poetas", tendría más bien que denominarse como "antropología narrativa", en tanto no hay en ella argumento ni reflexión substantiva, sino un intento de narración mimética en el sentido de co-creación creativa de la realidad. Si seguimos a Ricoeur "la poesía articula y preserva, en unión con otros modos de discurso, la experiencia de la pertenencia que incluye al hombre en el discurso y al discurso en el ser".

No vemos en esta antropología poética ortodoxa una poeticidad sino más bien una estrategia metodológica, ya que el concepto de poesía presente en las obras de esta antropología, no es una categoría poética en el sentido literario del concepto, sino una categoría de carácter teórico-metodológica definida epistemológicamente desde una concepción "interpretativa", crítica de la racionalidad y de la textualidad científica, al estilo de la antropología postmoderna. Esta antropología poética no logra convertir a sus practicantes en poetas desde una definición rígida de lo literario. Más bien, "hacerse" antropólogo-poeta es practicar la antropología desde una autoreferencia que epistemológicamente significa el desplazamiento de la centralidad de esta práctica desde lo observado hacia el propio observador. Poesía en estos textos es semánticamente rebasar los límites del texto antropológico tradicional para describir y definir de otra manera el encuentro con quien es estudiado y, desde esa nueva visión, centrada en el propio antropólogo, narrar en un ejercicio de intensificación de la propia subjetividad lo que hemos llamado un "yo rotundo".

Pero, desde esta exacerbación nihilista de la subjetividad más concéntrica, pensar en haber inventado "La" antropología poética es en términos borgeanos, como creer que Pierre Menard es el autor filológico del Quijote o que en el texto del mismo Borges Deutsche Réquiem existe una enseñanza moral; sería un inmolarse en la marginalidad, como el Subdirector del Campo de Concentración de Borges, haciéndose dueño iracundo de las palabras, es no creer en el palimpsesto, es no conocer los intersticios del lenguaje. Pero todos nosotros sabemos que el lenguaje es borgeanamente un cuchillero, una voz que antecede cada cosa que pensamos, soñamos, decimos o escribimos y a la vuelta de la esquina nos pone el filo en el cuello, y como en los barrios populares, pensamos que no nos asaltaría por la vecindad entre nuestras emociones y las palabras que erradamente soñamos crear, y nos damos cuenta de que el lenguaje ya existía, la palabra concreta incluso ya existía, el adjetivo, antes de que la idea llegara a nuestra mente, casi como si la imaginación fuese una forma de memoria, en lo capcioso y prevaricador que el lenguaje tiene.

Nuestro Leviatán, seamos o no antropólogos poetas, parece que se encuentra en los límites inconmensurables del lenguaje enfrentado a nuestra precariedad en el trabajo de campo, ya excesivas las angustias que el antropólogo y el poeta llevan a cuestas, pero son esas angustias combinadas las que hacen posible la innovación textual del etnógrafo. El "otro" es una excusa para hablar de sí mismo para el antropólogo, y es la innovación en el texto antropológico, una de las maneras como el lenguaje reconstruye al sujeto. Así la más empírica de las descripciones es del mismo modo un texto sobre un texto.

Podría decirse más, toda esta polémica, que creemos recién se inicia, hace pensar en la posibilidad de hacer antropología desde un tiempo distinto para la experiencia etnográfica y la escritura de ésta, como lo ideó la maestra francesa Margerite Yourcenar, un tiempo donde los viejos dioses han muerto y el nuevo, el Dios que puede salvarnos, no hace aún su potente aparición. Pero por lo pronto la poesía - mimesis - metodología, no puede consumir al texto antropológico, las urgencias éticas lo hacen un acto de alguna forma depredatorio y alienado.

Si la antropología surgió para hacer vida el sueño de Russell y Frege de generar una descripción isomórfica respecto del pensamiento, el lenguaje y la realidad, ello desde proposiciones definidas a partir de un contenido concreto hasta una formulación verbo-simbólica con voluntad de verdad (a la manera de Foucault); ese mismo neopositivismo se ve flanqueado por la crisis de la metafísica de la conciencia y nosotros, que seguimos creyendo en Malinowski, debemos sostenernos entre las fuerzas de la imposibilidad de la descripción objetiva y las exigencias morales de contextos que, por lo general, están saturados por la pobreza, así palabras duras como dominación, colonialismo, hegemonía, explotación, son a nuestro pesar, aún necesarias y vigentes en su capacidad de representar lo que se exhibe ante nuestros ojos.

La estrategia deconstructiva tiene, para interpretar libros como los de nuestros antropólogos poetas ortodoxos, un conjunto de categorías en que parcialmente coincidimos, en el inmenso deseo de centro, como expresión de la necesidad de sentido, propio de la producción textual de la sociedad occidental. No obstante; el ser, la estructura, el bien y el mal, o cualquier forma de unificación del pensamiento es ambición de pensar el conjunto, pero la totalidad pensada es siempre frágil, y eso se expresa en la escritura antropológica, la cual desde la determinación de un punto fijo y acotado, se defiende, desde la emulación de las formas discursivas del evolucionismo, o las formas más diversas de subjetividad, en un contexto en que la antropología poética ortodoxa no es sino un punto en el desarrollo, de una búsqueda que es espiritual y epistemológica, pero por sobre todo metodológica; en la acepción que Bachelard le da al método: no como un sistema de técnicas, sino como un pensar para acceder al acaecer del mundo.

El punto de encuentro entre ese pensar desde la fragilidad del fragmento y la escritura, hace a los antropólogos poetas por momentos divagar e incluso perderse en las formas poéticas, extraviándose por ello la capacidad para remontar en el objetivo de decir verdad, obnubilados por una crítica pugilística del informe técnico para llegar a una textualidad que de experimental llega a ser un algo inacabado.

Nos parece que ensayar nuevas formas de escritura tiene que considerar la materialidad del dolor no solamente propio sino también ajeno, y quizás sea el mismo cuerpo del etnógrafo, nuestros cuerpos los que nos obliguen no solamente a poetizar, sino también a pensar, en la ingenua y legitima utopía de la plenitud posible de la que hablaba Franz Hinkelammert, en su crítica de los tipos ideales webereanos.

Podremos relativizar las relaciones causa efecto y justificar lo injustificable, las voces convocadas pueden ser muchas, no obstante, no podremos negar ciertas verdades, una de ellas es que en Chile y en toda América Latina han existido formas de pensamiento situado, que expresados en el arte, la historiografía, la filosofía, los estudios de género, la teología y las ciencias sociales han intentado dar razón de sus esperanzas en contextos donde la razón no es precisamente lo que prima.

Lo que la sociología funcionalista llama "profecía auto-cumplida" el postestructuralismo lo caracteriza como la realización de un deseo. Incluso el patriarca de toda antropología literaria Claude Lévi-Strauss decía que su estructuralismo antropológico mismo era un mito, por que se movía en el eje sintagmático y paradigmático definido desde sistemas de oposiciones binarias.

Si desde García Canclini en Latinoamérica se usa el concepto de antropología poética, se nos hace necesario un concepto de antropología literaria, con el cual reelaborar el mito, y de esta manera seguir en el camino que el lenguaje abre como una suerte de Moisés que separa las aguas de la incomunicación, liberada nuestra lengua del vacío que genera la falta de isomorfía o equivalencia entre texto etnográfico y mundo sensible. Las antropologías poéticas o literarias serán siempre unas antropologías del cuerpo, ditirámbicas, inconclusas o funcionalmente inútiles, pero éticamente necesarias. Digamos como cita de incierta autoridad, que cuando niños todos creemos que las luces de Valparaíso vistas de lejos deben dejar ver que el puerto está de fiesta, sin embargo, no hay nada más triste que Valparaíso.

Ensayar explicaciones frente al debate sobre las formas de narración antropológica nos lleva pensar que en estas formas de escritura experimentamos el reflejo de los tres ciclos en que la antropología compromete hoy su teorización: los ciclos de la naturaleza, los ciclos del capitalismo y los ciclos del deseo. Una antropología de estos ciclos posiblemente sería la evidencia de que los impulsos son los mismos en todas partes, son únicamente las posibilidades las que cambian. No puede haber olvido. El rigor de los roles adheridos a nuestra pobre piel, son como latigazos o identidades de amos de rostro encubierto. En la lógica del capitalismo avanzado el crimen más deleznable no es el deseo mismo, sino el no encubrir ese deseo, es el no proseguir con la parte del rito que nos corresponde, seamos científicos, sacerdotes o artistas.

Se nos entrega la posibilidad de casi todo, pero asumiendo que en el lugar preciso, hay un tiempo preciso y legal para el pecado como trasgresión, trasgresión en último caso de nuestra propia lengua, repartida en los compartimentos disciplinarios. No existe un tiempo ni un lugar para la vivencia ambigua del encuentro con otro u otros, ¿Qué pasaría si todos deshiciéramos e hiciéramos, lo que queremos y simultáneamente eso fuese escritura? Como la "locura de la cruz" en San Juan, es aquello que no deja emica, por más que lo queramos. El conocimiento de lo que va más allá de estos ciclos es un bien escabroso como la posesión del fuego: en este caso es como si no supiésemos producirlo, pero estamos predeterminados a alcanzar su lumbre, y por medio de ese procedimiento descongelar los huesos gélidos y seguir caminando.

La antropología literaria como deseo de clasificación tipológico y por tanto taxonómico, tendría que ser una escritura ambigua respecto del deseo caracterizador, tendría que obviar sin rozar el ordenamiento que la academia tiende a conferirle a los discursos que circulan por el ambiente. Debería, soñando ya, ser un cúmulo textual convocante de los distintos modos de experimentación que en la antropología chilena usamos, pero sin vocación de secta, algo que se encarne en la escritura para abrazar los fragmentos dispersos en los diversos experimentos, un abrazo tibio que no aprisiona sino que eleva, unos hombros confortables y gratuitos en los cuales depositar nuestras búsquedas expresivas.

No obstante, sabemos los peligros de la travesía: la ambigüedad escrita y practicada es un pecado mortal; se trata por ello de la punible y mortal manera de que el capitalismo no funcione, es la ambigüedad de los afectos, mito antecedente por consecuencia de la ambigüedad de los cuerpos. Quizás por ello las distinciones maniqueas entre ciencia y literatura necesitan de un prójimo y un extraño, de un conmigo y de un sin mí, en definitiva: de un adentro y un afuera.

Toda ambigüedad de roles puede tener un lugar, no obstante, la ubicuidad en la revelación escrita de los otros por parte de quien posee el don de la palabra antropológica, ubicuidad que funde al yo con el otro, es el crimen mismo de la línea del montaje, el acto saboteador y deslumbrado, la impunidad pública, la estulticia del cuerpo, la ruptura con los ciclos. Tanto conocimiento puede legítimamente transformarse en locura, pero jamás en evidencia. No nos podemos exponer a lo introyectado pero evidente: que el ciclo del deseo es también ciclo productivo y que nuestra experiencia de los ciclos de la naturaleza, incluso del tiempo mismo, se define desde la mezcla entre deseo y producción, es decir en el hecho social que de allí pasa en la teoría a ser acto de habla y luego lenguaje únicamente.

ECOLOGIA CULTURAL

LA ECOLOGÍA CULTURAL Y LA VALORACIÓN DEL SUJETO EN LATINOAMÉRICA.


Cuando en occidente se comenzó a tomar conciencia de las enormes repercusiones que para la humanidad tiene el deterioro del medio ambiente, la reflexión se centró en la dimensión biológica que este fenómeno tenía, olvidándose al hombre como sujeto cultural interactuante dentro del ecosistema. Este olvido es fácil de comprender si consideramos que las ciencias sociales, encargadas por excelencia del estudio del sujeto cultural, definieron el modo en que las distintas culturas que habitaban sobre la tierra se vinculaban con sus medio ecológicos. Ello, considerando como punto de partida, la forma en que el propio hombre occidental establecía dicha relación, al menos desde principios del siglo XIX, atribuyéndosele a las diversas modalidades de relación posible, un lugar diferente en las etapas de evolución de la mente humana.

Lo anterior se presentó con tal intensidad, que aquellas culturas que no fuesen capaces de hacer una clara opción por la creación de sofisticadas maquinarias de guerra y, por sobre todo por un cierto tipo de tecnologías que permitieran la optimización en la apropiación del medio ambiente, eran consideradas como primitivas, ya que ocupaban metafóricamente el papel de los “primates” en la escala de la evolución cultural. La falacia consistió en creer que el modo en que occidente se relacionaba con su medio ambiente, era, en términos de la historia de la cultura, el mejor de los posibles.

Sin embargo, hasta hace un tiempo, esta apropiación no significó otra cosa que la destrucción del delicado equilibrio entre hombre y naturaleza. Y aunque no es nuestro intento reeditar la visión rousseuneana del “buen salvaje” (1) - ya que sabemos en determinadas circunstancias han existido culturas no occidentales que han depredado sus respectivos medio bióticos- apostamos al hecho que lo más común en la adaptación y lo más inusual es la depredación del ecosistema. El hombre lleva varios millones de años sobre la tierra generando cultura y coexistiendo con el medio ambiente, mientras que la crisis ecológica del mundo moderno no es más que un fenómeno de últimos dos siglos. Es así como planteamos que el hecho que una cultura sea capaz de convivir durante miles de años con su ecosistema sin depredarlo, no obstante procurar la subsistencia de los miembros de esas comunidades, constituye una sofisticadísima creación cultural, más compleja que el más elaborado sistema filosófico o la más elevada formulación racional de

tipo científica. La posibilidad que una sociedad conviva equilibradamente con su medio conlleva el entrelazamiento de los distintos ámbitos de la cultura (religión, economía, política, etc.).

EL ORIGEN DE LA ECOLOGIA CULTURAL

Las ciencias sociales son directamente herederas de un proceso social de la cual aún damos cuenta, y este proceso es denominado genéricamente como MODERNIDAD. Para dimensionarlo debemos, antes que nada, dar cuenta de los dos procesos básicos que le dan

origen y sentido; uno de ellos es cultural, el otro es económico y tecnológico: En el plano cultural ha sido la ILUSTRACION y su apelación a la búsqueda de la emancipación humana por medio del uso de la razón, la base ideológica sobre la cual la modernidad se ha construido. En el plano económico y tecnológico es la REVOLUCIÓN INDUSTRIAL el proceso que define a la modernidad, en tanto las alteraciones que en el plano económico y sobre todo ecológico, acarrea la complejización de la tecnología, tienen profundas implicancias sociales y culturales para occidente desde el siglo XVIII en adelante. Decimos que las ciencias sociales, derivan directamente de la modernidad, puesto que son, ante todo, un intento de interpretación de la realidad, que surge desde las preguntas que preocupan principalmente al hombre europeo del siglo XIX. Ese hombre que debe vivir la modernidad, con la correspondiente alteración de la relación con la naturaleza que dicho proceso conlleva. Lo anterior se vincula directamente con la Ilustración, en tanto estas ciencias surgen como un intento de interpretación racional del mundo. Ello, a partir del medio que la ilustración prefiere para hacer uso de nuestra razón, a saber, el método científico. de este modo, en la afirmación que sostiene que mediante el uso de la razón, es posible liberarse de las ataduras que su no uso acarrea, se sitúa aquello que ha sido denominado como proyecto de la ilustracion (2), que constituye, un punto fundacional para

la modernidad. La sociología se origina en el intento de explicar, interpretar y predecir fenómenos sociales y culturales derivados directamente de la revolución industrial. Entre dichos fenómenos encontramos, por ejemplo, la formación de nuevos estratos sociales, la migración campo ciudad, la situación de la clase obrera, el paso desde la familia extendida a la familia nuclear etc. Por su parte, la antropología surge a partir de la necesidad de dar cuenta de aquellas culturas caracterizadas como “bárbaras” o “salvajes” en tanto sus expresiones culturales, tanto en el plano material como ideacional son, en muchos casos, radicalmente distintas de las formas culturales propias de la modernidad. Es por ello que la sociología surge como un intento de interpretación de los fenómenos sociales “de” la modernidad y “desde” ella, y la antropología como un modo de dar cuenta de aquellas sociedades que se encontraban fuera de los límites de este proceso.

Cuando la antropología intenta estudiar al ser humano como sujeto cultural, debe aceptar la estrecha relación entre hombre y medio ambiente. Para esto, elabora un concepto de cultura, que aunque en algunos casos ponga énfasis en el estudio de la cultura ideal, no puede negar la estrecha relación que existe entre las características de una cultura y el medio biológico donde ésta se desenvuelve. Esto es, sin duda, coherente con el origen histórico de las ciencias sociales, que, como ya señalamos, intentan una interpretación racional del mundo a través de la utilización del método científico; mientras que el sujeto cultural es comparado desde una perspectiva que trata de liberarse del etnocentrismo que supone una interpretación no científica. Dicho intento, aunque no fue logrado cabalmente, supone una nueva comprensión del “otro” cultural. La aproximación de la antropología al vínculo entre hombre y naturaleza es una aproximación al modo en que el temor a Dios y al

mundo natural van definiendo a la cultura. La antropología ecológica en particular, es una subdisciplina de esta ciencia cuyo principal objeto de estudio es el nexo entre cultura y medio ambiente. Desde ella surge, en la década entre cultura y medio ambiente. Desde ella surge, en la década del 50, una teoría que intenta superar los límites que una subdisciplina supone, para convertirse en un principio interpretativo de toda la antropología. Lo anterior en virtud que su premisa básica es que la relación entre hombre y medio ambiente constituye la base sobre la cual se define la cultura.

Uno de los primeros teóricos que al interior de la ciencia antropológica hace un esfuerzo por definir esta teorización es Leslie White. Este autor, desde categorías neo- evolucionistas trata de situar en el centro del debate, el vínculo entre hombre-naturaleza sin restringir el estudio de esta relación al ámbito de la cultura material. Por su parte, en la década de los 60 Marshall Sahlins reedita esta proposición desde el substantivismo antropológico (3), en tanto plantea que el estudio de las relaciones materiales al interior de las sociedades primitivas, no puede regirse por las definiciones clásicas que nos proporciona la ciencia económica en occidente; ello como consecuencia del hecho que ni las necesidades son necesariamente ilimitadas ni los bienes son obligatoriamente limitadas, dependiendo esto más bien del modo particular en que cada cultura opta por relacionarse con su medio ambiente.

EL VINCULO ENTRE HOMBRE Y MEDIO AMBIENTE EN AMERICA LATINA


La investigación antropológica en América Latina es abundante desde principios de siglo, tanto en lo que se refiere a data etnográfica, como en lo relativo a la elaboración teórica. Sin embargo, esta antropología de la primera mitad dl siglo XX, es sin duda, una antropología del “extraño”. Es decir, es una disciplina hecha por el extranjero que intenta conocer una cultura distinta a la suya, ya sea motivado por intereses coloniales, o “por una auténtica curiosidad científica”.

Son numerosos los ejemplos de trabajos por extranjeros en Latinoamérica, principalmente europeos, quienes debían escoger entre trabajar con pueblos africanos o con extrañas culturas americanas, como los mapuches, los onas, los bororo o los nahualt. Una muestra de ello la constituyen autores como el padre Martín Gusinde, quien, en base a un trabajo sistemático con onas y yaganes, dio a conocer estas culturas a nivel mundial. Estos investigadores, a partir de un desconocimiento total de las culturas que intentaban “llegar a entender”, y en las cuáles fueron adentrándose, vieron en la relación entre hombre y medio ambiente un elemento fundamental para la comprensión de dichas culturas. Este tipo de antropología realizada por extranjeros, ha sido permanente. Basta recordar la obra de C. Levi-Strauss en el Brasil con los bororo, las continuas investigaciones realizadas con los mapuches y referidas al ámbito de lo ecológico, que era visto a partir de diversos marcos teóricos. Entre ellos encontramos el difusionismo de Martín Gusinde, el funcionalismo de Mischa Titiev, el particularismo histórico de Faron, etc.

Creemos que la antropología realizada por extranjeros es un tipo de labor científica llevada a cabo en términos muy occidentales. Sin embargo, es gracias a la lectura de estos extranjeros – y también gracias a la salida de becados latinoamericanos a realizar estudios a Europa y a Estados Unidos- que se toma conciencia de la estrecha relación entre cultura y medio ambiente. El rápido proceso de “occidentalización” de las culturas autóctonas latinoamericanas- como consecuencia del proceso de contacto sostenido entre la cultura europea y los aborígenes- da lugar al cambio de éstas últimas, pero también da nacimiento alo que se conoce como “sincretismos”.

La comprensión de éste fenómeno por parte de los investigadores latinoamericanos, pomueve la búsqueda de una identidad propia – hija del cambio y del sincretismo- que comienza a entenderse como producto original de nuestros pueblos. Esta búsqueda tiene mucho que ver con el proceso de descolonización vivido por el continente y con movimientos políticos de izquierda que tienen su origen en la primera mitad de este siglo. Es entonces a partir del trabajo con los pueblos “primitivos” de la Región, que los investigadores latinoamericanos toman conciencia del cambio cultural y del sincretismo al que aludíamos con anterioridad. Ello lleva a la antropología – al igual que a otras ciencias sociales en Latinoamérica- a preocuparse por el tema de la identidad. Esta búsqueda, de la misma manera que en la sociología, supone una vuelta hacia la relación entre hombre y naturaleza ya que los pueblos “primitivos” sufren una dramática transformación.

IDEOLOGIA Y ECOLOGIA CULTURAL


Desde la ciencia social clásica se nos plantea que la...”naturaleza es la continuación del cuerpo del hombre”..., y los economistas empiristas ingleses como Malthus, nos dicen que la explotación irracional del ecosistema sólo puede tener como consecuencia la hecatombe de la sociedad que la practica. En la historia de la antropología cultural la valoración del nexo entre hombre y medio ambiente ha sido permanente, sin embargo ha existido una diferenciación clásica entre dos grandes tradiciones científicas; una materialista que subraya lo relativo a las elaboraciones materiales de cada cultura o tecnofacturas, y una idealistas que pone énfasis en las creaciones ideológicas o ideofacturas.

En el desarrollo del pensamiento científico nunca se produce en una torre de cristal. Por el contrario, el lazo entre ciencia y sociedad hace que determinados procesos de reflexión teórica en el ámbito científico, estén vinculados a las problemáticas de cada sociedad en particular. Es por este motivo, que los movimientos ecologistas surgidos en Europa y Estados Unidos han desarrollado un diálogo fructífero con la antropología ecológica, extrayendo categorías analíticas que han dado consistencia a su discurso ideológico.

La crítica fundamental extraída desde la antropología ecológica por parte del movimiento ecologista, señala que la radicalización de la lógica de un ámbito o sistema de sociedad – como es el caso de lo económico en la sociedad actual- genera una ética autorreferente que autolegitima toda la acción o proceso que convenga a los fines de ese sistema (4). Se pierde así de vista el sentido de los procesos macrosociales y por sobretodo, el bienestar de los sujetos concretos que están a merced del costo social de la radicalización de los fines del sistema particular.

Desde esta lógica autorreferida, las ideologías del desarrollo en América Latina, han implicado, en muchos casos, un alto costo social, el que se paga, no sólo a través de la explotación de la mano de obra, sino también a través del sacrifico de los ecosistemas. Estos son inmolados como víctimas propiciatorias en pos de un desarrollo que nunca se logra, pero cuyos costos son onerosamente pagados, especialmente por los más pobres quienes, en razón de su pobreza, son más frágiles a las rupturas del equilibrio macro biótico.


ALGUNOS PRINCIPIOS DE LA ECOLOGIA CULTURAL A CONSIDERAR EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO


Aún son impredecibles las proyecciones que la ecología cultural puede tener en nuestro medio. Sin embargo, resulta interesante destacar algunos principios que hoy tienen repercusión concreta en el debate sostenido al interior de la ciencia social latinoamericana:

*La dialéctica hombre/naturaleza es el hecho fundante de la condición humana.Esta propuesta antropológica intenta superar la dicotomía entre materialismo e idealismo en la epistemología antropológica. Ella, más que poner un énfasis en lo tecnofáctico o en lo ideofáctico, centra su interés en la dialéctica entre hombre y naturaleza, cuyas consecuencias son las llamadas “relaciones culturales”. Esta concepción surge desde la antropología económica, que cuestiona la premisa básica de la economía tradicional. Dicha premisa afirma que, como ya se indicó, los bienes son siempre limitados y las necesidades son ilimitadas. La antropología ecológica en cambio, sostiene que las necesidades son elaboraciones culturales y dependen del tipo de relación particular que el sujeto cultural mantenga con su medio ambiente.

La dialéctica entre hombre y naturaleza supone un tipo de intercambio de energía en el cual, el poder transformador del hombre sobre ésta última, opera simultáneamente con la capacidad que ella posee para condicionar los procesos culturales. De ésta manera, el vínculo entre el individuo concreto y su medio biótico constituye un proceso dinámico, en el que la separación entre naturaleza y cultura resulta verdaderamente imposible. Lo anterior se fundamenta en el hecho que, ni naturaleza ni cultura son posibles de observar químicamente puras. El sólo proceso se pone en juego cuando el hombre observa un medio biológico, está condicionado por la dialogía o interpretación particular que éste realizará en su calidad de observador. Dicha interpretación estará a su vez determinada, por los “ojos” que la cultura da al observador para dar cuenta del mundo. Por lo tanto, si la interpretación dialógica es un proceso culturalmente determinado y si la cultura se vincula dialécticamente a la naturaleza, la posibilidad de hablar del medio ambiente está entonces culturalmente determinada. Miramos la naturaleza con los “ojos” que nuestra cultura nos proporciona, y estos “ojos” están condicionados por el modo en que concretamente nuestra cultura intercambia energía con la naturaleza.

*La cultura es una forma de vincularse adecuadamente con el ecosistema de manera de generar ciclos reproductivos que permiten la sobrevivencia de la sociedad en el tiempo. Para Bronislaw Milanowski, la cultura es un patrimonio instrumental por medio del cual, el hombre se encuentra ante la posibilidad de satisfacer las necesidades que la naturaleza le plantea. Ello, teniendo en cuenta, tanto su condición de ente biológico, como su condición más amplia de habitante de un medio ecológico determinado. En este sentido podemos deducir que la cultura no es sólo un modo de acceder al medio ambiente, sino que tiende a ser, el mejor posible considerando nuestras necesidades biológicas instintivas y permitiendo la sobrevivencia del sujeto cultural por medio de la producción, reproducción y transmisión de pautas culturales.

No obstante, ¿cómo explicar desde esta perspectiva el desastre ecológico?...Como ya expresamos, nada nos asegura que una cultura no pueda romper el delicado equilibrio que le es necesario mantener con su medio ambiente. Sin embargo, para la antropología ecológica este equilibrio se produce, por lo general, a partir de la existencia de procesos de acumulación que destruyen la simetría del intercambio entre los miembros de la sociedad.Es decir, cuando el acto de intercambiar ofrendas (sean estas mujeres, utensilios, alimentos, etc.) es substituido por una relación vertical en que la aparición de la acumulación – para privilegio de unos y desmedro de otros- va asociada, acto seguido, a la aparición de valoresen torno a la propiedad, se legitima la desigualdad. El delicado equilibrio entre hombre y naturaleza se rompe a partir de un desequilibrio anterior en la horizontalidad de las relaciones sociales.

*El sacrificio del ecosistema es también el sacrifico de los sujetos concretos que forman parte de las sociedades donde éste se practica. La falsa conciencia sobre la cual se fundamenta la explotación irracional del ecosistema, es la separación entre el destino de la naturaleza y el destino del hombre. Esta falsa concepción afirma que la persona humana constituye un superorgánico, lo que le permite generar un ambiente en el que la naturaleza será sistemáticamente substituida por las creaciones culturales. El triunfo del hombre es, por lo tanto, un triunfo sobre la naturaleza.

El deterioro del ecosistema constituye un costo que debe ser pagada en pos de la elaboración de un mundo mejor. Por lo tanto, el sacrificio de la naturaleza es legitimado a partir de la concepción de una relación inversamente proporcional ala sacrificio humano. Se evita el sufrimiento humano en tanto se derrota a la naturaleza. Esta concepción es una formas de alienación, en cuanto aparece como la base ideológica fundamental de todo la sociedad altamente tecnologizada. Esta concepción ideológica esconde la directa relación entre sacrificio de la naturaleza y sacrificio humano.

La separación radical entre el orden natural y el orden cultural/humano, es un subproducto de las culturas altamente tecnologizados, las que inevitablemente tienden a configurar una autocomprensión que separa, como ya afirmamos, los sistemas o ámbitos de la realidad. En el contexto de la modernidad, esto se expresa en la separación radical del sistema económico del resto de los sistemas. Ello genera, como se dijo, una ética autolegitimante y autorreferente que superpone los valores que tienden a la conservación y superación del propio sistema económico, a aquellos valores que tienden a sostener a la sociedad como un todo integrado. Hombre y naturaleza son sacrificados en pos de los fines de la producción irracional.


*Los más pobres son los más débiles frente a los efectos de la depredación ecológica. Las ideologías modernas originadas en la Ilustración, tendían a plantear que el desarrollo tecnológico tendría como fin inevitable el mejoramiento concreto y progresivo de las condiciones de vida de los más pobres dentro de cada sociedad. De esta forma “los desterrados del paraíso de la modernización” lograrían por medio del desarrollo tecnológico, la superación de su condición de marginados. Esto, en virtud de un proceso en que el desarrollo tecnológico acarrearía una mayor producción de bienes y servicios, mejorando la vida para cada vez más amplios sectores.

Esto se ha demostrado falso en los marginados del Tercer Mundo, puesto que el incremento del desarrollo tecnológico, aumenta la dependencia tecnológica. Y son más marginados quienes por su misma condición de desplazados socio-culturales, no pueden acceder al manejo de la tecnología. Es así como en el contexto latinoamericano, el reto de la ecología cultural es ser capaz de generar conocimiento que pueda sustentar nuevas utopías que denuncien el sacrificio irracional del medio ambiente; que es, finalmente, sacrificio humano encubierto, y propongan al mismo tiempo, nuevos caminos para relacionarse con la naturaleza.


NOTAS


(1) Jean Jacques Rousseau nos plantea en su “Discours sur l’ Origine de l’ Inegalité Parmiles hommes” de 1775, que sería la sociedad altamente complejizada la que corrompela natural tendencia del hombre primitivo hacia ciertos valores como lo es respecto a la naturaleza. Según algunos autores esta concepción deriva, en el mundo occidental, en la defensa que hace el Padre Bartolomé de las Casas de los indígenas latinoamericanos.

(2) EL PROYECTO DE LA ILUSTRACION se funda en el sometimiento que el temor a Dios lleva asociado: temor a los demás hombres y temor a la naturaleza.

(3) El substantivismo es una corriente particular originada en la antropología económica,según la cual los procesos económicos de las sociedades no capitalizadas deben ser analizados con independencia de las categorías analíticas de la ciencia económica occidental. Dicha ciencia supone una tendencia absoluta hacia la maximización de laganancia. Un interesante tratamiento del tema se encuentra en el libro de M.Sahlins y E.Service “Evolution and culture”, Ann Arbor, U, de Michigan 1960.

(4) Para el antropólogo norteamericano Marvin Harris, esto guarda relación con unarevalorización de categorías de corte materialista a nivel del mundo intelectual de los países desarrollados, lo cual viene a oponerse a categorías que se manejan dentro de lo que percibe él como un relativismo axiológico en el análisis de los fenómenos socio culturales.

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